jueves, 8 de septiembre de 2011

Sonderkommando, de Shlomo Venezia


Desde que leí el Diario de Ana Frank a los once o doce años, siempre he estado interesada por la historia referente a la Segunda Guerra Mundial y al Holocausto. Todos hemos visto infinidad de películas que muestran la aterradora realidad de los judíos en los guetos y, más tarde, en los campos de concentración. Testimonios de supervivientes narran el horror nazi, pero cuando este testimonio viene de un sonderkommando, la cosa cambia, y a peor si se puede.

Los sonderkommando estaban constituidos por prisioneros de los campos, hombres jóvenes y capaces de aguantar largas y duras jornadas de trabajo. Como todos los que podían trabajar, vaya. Pero el “trabajo” que ejecutaban los sonderkommando era, con diferencia, el peor de todos: eran los encargados de guiar a los pasajeros de los trenes elegidos para el exterminio a las cámaras de gas. Allí, organizaban todo, haciéndoles desnudarse y convenciéndoles para que entrasen a las “duchas”. Cuando todo había acabado, debían recoger los cadáveres para trasladarlos a los hornos crematorios y allí quemarlos. 

Estos sonderkommando vivían aislados del resto del campo, en el mismo edificio del crematorio, y tenían ciertas “comodidades” como un poco más de comida o calor (proveniente del horno, claro). Tenían prohibido el contacto con el resto de prisioneros para que no supieran la horrible realidad que ocurría en el campo. Pero estas comodidades no duraban mucho, los sonderkommando eran reemplazados por nuevos prisioneros cada cierto tiempo para preservar el secretismo, por lo que ellos mismos acababan en la cámara, expuestos al zyklon B.

Shlomo Venezia es uno de los raros supervivientes de estos sonderkommando, ya que logró escapar cuando los nazis comenzaron a desalojar Birkenau, el campo donde estaba prisionero, al ver que las tropas aliadas se acercaban. Sabiendo que iban a eliminar a los sonderkommando para que no contasen lo que ocurría en las cámaras de gas, Venezia  y otros miembros de su unidad escaparon discretamente, y él  vivió para contarlo.

Las memorias de Shlomo Venezia son interesantes porque nos cuentan el horror desde dentro, haciéndonos partícipes de los pensamientos que cruzaban la mente de este hombre mientras trabajaba para el enemigo, y ayudaba a enviar a cientos de personas a la muerte para conseguir así su propia supervivencia. Es impresionante cómo logran convertirse en seres apáticos, intentando blindarse ante la barbarie que se está cometiendo, aunque saben que esas imágenes les acompañarán durante toda su vida. Venezia siente la necesidad de contarlo sin tapujos, presentando uno de los testimonios más aterradores sobre el Holocausto: cómo “ayudaban” a los presos a desnudarse, episodios con mujeres y niños, descripciones impresionantes sobre la cámara de gas a la hora de trasladar los cuerpos sin vida, el extenuante y desagradable trabajo en la fosa crematoria…  Además, al haber visitado el verano pasado los campos de Auschwitz-Birkenau, las imágenes cobraban más vida aún, conociendo de primera mano el lugar. 

Birkenau. Julio 2010

No es una lectura agradable, ni recomendable a las personas demasiado sensibles. A pesar de haber visto documentales o películas, el testimonio de Venezia es más duro y vívido gracias a la imaginación que nos reporta la lectura. Aún así, creo que es un libro imprescindible.

Sonderkommando. Shlomo Venezia, 2007.
RBA libros, 2010. 223 páginas.